La Iglesia no puede ni debe vincularse a un partido político. Ni a la derecha ni a la izquierda. Porque como dice la política de la Iglesia no es otra que la del Evangelio. No obstante, sí que es conveniente luchar por una sociedad más justa. Y no significa vincular a la Iglesia con intereses partidistas, sino que penetrar en los estamentos sociales y políticos, para defender los valores cristianos.

Tener un sentimiento de pertenencia por una tierra no es sólo natural sino que positivo. Pero si este vínculo afectivo que todos tenemos es afín al conocimiento y por tanto a la esfera racional, también lo es a aquello más intrínseco e interior y por tanto al ámbito subjetivo. Así pues, el católico lucha para defender el mensaje evangélico y sus valores y no una cultura nacional. Hay intereses colectivos, y otros individuales. Y unos no se pueden mezclar con los otros, o utilizarlos vagamente. "Dad al César lo que es del César y a Dios que lo que es Dios".
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